Dos malagueños, Rafael Lería, jesuita en misión en Bolivia y su hermana María Luisa, han acabado su peregrinación de 23 días, siguiendo la guía de los Ejercicios Espirituales. Después de muchos días de lluvia y esfuerzo, pero con el corazón transformado por la experiencia, nos han hecho una visita a la Oficina Técnica del Camino en Barcelona y nos han dejado su testimonio.
«Ha sido una experiencia formidable. Estamos muy contentos, la verdad. Aunque hemos de decir que hemos tenido que sufrir lo nuestro. Íbamos en plan muy austero, con lo mínimo: no hay dinero y hay que gastar poco. Con 700 € nos hemos apañado, pero bastantes veces hemos dormido en el campo: llevábamos una tienda de campaña pequeñita. Si encontrábamos un refugio o pensión barata (15 € era nuestro límite), pues dábamos gracias y nos quedábamos. Si no, pues bajo el puente para protegerse de la lluvia».
«Al principio nos perdimos un poco, pero ya entra dentro de la aventura. Si no arriesgas, no hay avance en la vida. Queríamos hacer el Camino Ignaciano para salir de nuestra vida cotidiana, hacer un alto lejos de casa y hacer un poco de proyecto de futuro». Rafael va a recibir su ordenación sacerdotal como jesuita este verano y Maria Luisa llevaba un tiempo largo sin encontrar trabajo. Rafa dice que es de naturaleza “peregrino” y convencer a su hermana no fue difícil. «Hemos hecho el camino siguiendo la guía espiritual de los Ejercicios: caminábamos en silencio, compartiendo lo que sentíamos y descubríamos en la oración personal, y muchas veces gozábamos de la misa en las parroquias de los pueblos en los que llegábamos».
La meteorología no les ha acompañado excesivamente: «El tiempo estaba loco. La verdad es que no esperábamos tanta lluvia. Maria Luisa ha sido muy valiente y no se quejaba casi nunca… ¡y mira que el agua te pone de un humor difícil de controlar! ¡Todos tus espíritus interiores se ponen de manifiesto! Mucha alegría en momentos increíbles, mucha desesperación en otros, peleas y deseos intensos de abandonar… ¡cuántas veces le dije a mi hermana que lo dejábamos, que se acababa en el siguiente pueblo! Pero seguimos luchando contra el frio y la humedad que cala hasta los huesos». Esta es la experiencia del esfuerzo que curte a los peregrinos y que les lleva a entrar en su interior como seres humanos y como hijos e hijas de Dios.
«Pasar por los lugares que el mismo Ignacio había pasado, es un valor añadido cuando conoces un poco su vida, su autobiografía. Te sientes yendo al origen de su espiritualidad, experimentando sus sentimientos originales. Mojados como estábamos y pobres como íbamos, a la buena de Dios, mi hermana me decía que esto era vivir la indiferencia ignaciana. Llegar a Manresa fue encontrar la paz y además con el corazón contento de saber que ahora tiene la vida delante de ti para construir a partir de la experiencia de superación que has alcanzado. Han sido días de mucho esfuerzo y de gran profundidad interior. Hemos aprendido a confiar y a esperar, luchando por los objetivos que nos planteábamos».
Las sincronicidades positivas que a veces nos ocurren y el creer en la Bondad presente en la Vida es algo muy propio de las espiritualidades del siglo XXI. Esto mismo se puede experimentar en una peregrinación. «La presencia de Dios nos acompañaba y los milagros se han ido sucediendo. Un día cerca de Zaragoza no sabíamos a dónde iríamos a parar y acabamos cenando un bocadillo jamón de pata negra que nos regalaron. Otro día estábamos obligados a dormir a la intemperie y cayendo ya la noche una señora nos trajo una manta, que devolvimos la mañana siguiente. El milagro más oportuno nos llegó en forma de un “ángel” senegalés que se nos apareció en el momento preciso que mi hermana, hecha polvo, ya había tirado la toalla. Nos acercábamos a Laguardia, pero ya no podíamos más. Un joven senegalés se ofreció a acompañarnos y a cargar con la mochila de mi hermana. ¡Qué suerte que tuvimos! ¡Nos salvó la vida!».
Hicieron el Camino Ignaciano en 23 días, pero reconocen que en algunas etapas se pasaron de kilómetros andados y que habría sido mejor ir más lentamente. La prisa les urgió cuando María Luisa recibió una llamada inesperada en Logroño diciéndole que tal vez podría entrar a trabajar a inicios de junio. La confirmación les llegó subiendo a Montserrat: encontrar un trabajo era una petición repetida a lo largo de su peregrinación. Imaginamos su alegría al llegar a Manresa, final del Camino, con tan buena noticia cargada en la mochila.
¡Buen Camino Peregrinos ignacianos!