roma las 7 iglesias
20 km
Cada peregrinación comienza con un solo paso y la intención de llegar a donde el corazón nos guíe.
La peregrinación a las Siete Iglesias es conocida por la mayoría gracias a San Felipe Neri. Sin embargo, se trata de una tradición procesional anterior a San Felipe, datada por algunos en el siglo VII-VIII y por otros en el XIV, en la época de los primeros Jubileos.
Ya en torno a 1140, Benito, canónigo de la Basílica de San Pedro, recoge en su guía Mirabilia urbis Romae la descripción de las siete Basílicas con sus reliquias. Y otra guía, el Consuelo de los Peregrinos, escrita en 1450 por el agustino Giovanni Capgrave, además de presentar las Siete Iglesias y los tesoros espirituales que contienen, trata también de las indulgencias que es posible conseguir en relación con los tiempos litúrgicos (por ejemplo, mil años para quien visite la Basílica de San Pedro el día de la Anunciación, el lunes, el jueves o el día de la festividad del santo).
San Ignacio de Loyola, que llegó a Roma el Domingo de Ramos de 1523 para pedir al Papa permiso para viajar a Jerusalén, pasó la Semana Santa también dedicándose a la peregrinación a las Siete Iglesias. Años más tarde, el 22 de abril de 1541, Ignacio y sus seis compañeros –los jesuitas de la primera hora– acuden a las Siete Iglesias y emiten los votos de pertenencia a la Compañía de Jesús en la Basílica de San Pablo Extramuros. Que la peregrinación era conocida y que los peregrinos podían obtener indulgencias lo confirma una carta de San Francisco Javier fechada el 20 de septiembre de 1542, enviada desde Goa a Ignacio de Loyola, en la que Javier pide a Su Santidad que conceda al Gobernador de las Indias (delegado del Rey de Portugal) y a su familia el privilegio de recibir –cada vez que se confesaran– «aquellas indulgencias que obtendrían si visitaran las Siete Iglesias de Roma».
El día de Pentecostés de 1544, durante una de sus peregrinaciones, San Felipe Neri sufrió una dilatación cardíaca en las catacumbas de San Sebastián. Como Felipe fue ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1551, con casi 36 años, es evidente que iba a las Siete Iglesias incluso antes de ser sacerdote: iba solo y a veces de noche, atravesando zonas peligrosas, con un pan y algunos libros para leer a la luz de la luna. Pero el inicio oficial de esta práctica de peregrinación fue el 25 de febrero de 1552 (Jueves Graso): con un pequeño grupo de amigos, cada vez más numeroso (hasta 6 mil personas), partió de Via Monserrato (cerca de Piazza Farnese), desde la iglesia de San Gerolamo della Carita, en cuyo convento vivía Filippo (solo en 1583 el Papa Gregario XIII lo convence de mudarse a S. Maria in Vallicella, o Chiesa Nuova).
La peregrinación se inicia en la basílica de San Pedro, en el Vaticano. De allí se camina 6,2 km hasta la basílica de San Pablo Extramuros, fuera de la muralla romana. Luego seguimos por las calles de Roma 3,6 km en dirección a colina de las catacumbas y llegamos a la basílica de San Sebastián. Salimos y subimos hacia las catacumbas de San Calixto, para cruzar por el bonito parque y evitar la bulliciosa Via Apia (atención que los miércoles está cerrada la cerca, y no hay más remedio que subir por la Via Apia, con un tráfico intenso). Pasamos por la iglesia del “Quo Vadis” y seguimos en dirección a las antiguas murallas. Desde San sebastiano tenemos 4,7 km hasta alcanzar la basílica de San Juan en Laterano. Aún tenemos 800 m para llegar a la basílica de la Santa Cruz y luego 2,3 km hasta la basílica de San Lorenzo. Desde allí ya solo nos quedan 2,4 km hasta la basílica de Santa María la Maggiore. En total, 20 km de peregrinación.
La peregrinación es también un recorrido simbólico por el mundo cristiano. S. Giovanni in Laterano era la sede del pastor supremo. Cuatro basílicas representaban las sedes patriarcales de la antigüedad (S. Pietro, Constantinopla; S. Paolo, Alejandría; S. Lorenzo, Jerusalén; S. Maria Maggiore, Antioquía). Finalmente, se añadieron S. Sebastiano y S. Croce, que estaban en el camino, para completar el «sentido místico» del número 7 según Sixto V. Siete son las Iglesias del Apocalipsis de San Juan (Éfeso, Laodicea, Esmirna, Filadelfia, Sardes, Tiatira, Pérgamo), que Dios enriquece con los Siete dones del Espíritu Santo. Siete horas de camino, marcadas por las Siete sangres de Jesús (circuncisión, sudor en el huerto, flagelación, coronación de espinas, crucifixión de manos y pies, apertura del costado) o por los Siete dolores de María. Siete son también los pasos de Jesús durante la Pasión y Siete las palabras de Jesús en la cruz.
La peregrinación se puede hacer en transporte público, de una iglesia a otra, pero recomendamos caminar los poco más de 20 km que traza el mapa. En esta etapa es bueno contar con Google Maps u otra aplicación que lea los GPX que ofrecemos aquí en la web. Solo destacar que, siguiendo el trazado GPX de nuestra web, a solo 400 m del inicio del camino (en el obelisco de la plaza) pasamos junto al edificio de la Curia central de los Jesuitas en el Vaticano, la central mundial de la Compañía de Jesús. Pues, adelante… y, ¡Buen Camino!
Comentarios provinentes de diversas fuentes como el comentario sobre las siete iglesias de Jean-Paul Hernández sj, comentarios de un folleto fotocopiado para los peregrinos por el Centro San Lorenzo en 2015, y también del folleto sobre Pellegrini Alle Sette Chiese, del Ufficio Nazionale Per la Pastorale del Tempo Libero, Turismo e Sport.
Proponemos ir trabajando cada texto al llegar a la basílica correspondiente.
1.- Basílica de San Pedro en el Vaticano
En la Colina Vaticana, Nerón (emperador del 54 al 68 d.C.) había construido su circo privado donde se desarrollaban las luchas de gladiadores y las ejecuciones capitales de los rebeldes y traidores. Por ello, se había creado una necrópolis cercana para enterrar a las víctimas. Entre ellas, muchos cristianos fueron arrojados a las fieras o consumidos como antorchas vivientes. Según fuentes antiguas, la primera persecución sistemática de los cristianos tuvo lugar precisamente bajo Nerón, tras el gran incendio de Roma del año 64. Es probable que Simón Pedro fuera crucificado en el circo como una más de las víctimas de la primera persecución romana (otros defienden la muerte de Pedro en el año 68 d.C.). En cualquier caso, es en esta necrópolis donde durante las excavaciones de 1953 Margherita Guarducci descubre lo que la mayoría de los arqueólogos reconocen hoy como la Tumba de San Pedro. Está marcada por una inscripción griega (“Pedro está aquí”) y por muchas otras indicaciones que confirman la importancia del difunto para las primeras generaciones cristianas.
La primera basílica de San Pedro fue construida por Constantino entre el 320 y el 333, sobre la necrópolis. En 1450 comenzaron las reestructuraciones de la basílica. En 1506 el Papa Julio II reabrió las obras de reconstrucción de la Basílica con un nuevo proyecto dirigido por el arquitecto Bramante. Para realizar su proyecto, Bramante comenzó a demoler la Basílica constantiniana provocando numerosas críticas, como las de Erasmo en Rotterdam. Durante su visita a Roma en 1510, Lutero también criticó las obras de reconstrucción y más tarde denunció a la Iglesia de Roma por la venta de indulgencias que servían para financiar la Basílica. Tras algunas interrupciones relacionadas con el saqueo de Roma en 1527, las obras se reanudaron y en 1546, Miguel Ángel Buonarroti, encargado de la basílica, rediseñó la planta central y se concentró en la cúpula, completada por Giacomo della Porta en 1590. La cúpula, diseñada por Miguel Ángel, es todavía hoy la más alta del mundo con sus 136 metros. Alrededor del tambor de la cúpula se lee en latín el capítulo 16 del Evangelio de San Mateo: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia… y te daré las llaves del Reino de los Cielos». Finalmente, en 1607 Carlo Maderno asumió los trabajos de reconstrucción con un plan que combina la planta central de inspiración oriental con la de la basílica, modelo arquitectónico típico en Roma y en Occidente.
El obelisco, ubicado en el centro de la plaza ovalada, lleva al espectador directamente a los orígenes de todo el edificio. De hecho, se trata de un obelisco egipcio de granito rojo que Plinio el Viejo ya había colocado en la “columna” central del Circo de Nerón. Podemos decir que es quizás “lo último que vio Simón Pedro antes de morir en el Circo de Nerón”. El obelisco permaneció durante siglos en el lado sur de la Basílica antes de ser trasladado a la fachada de Maderno en 1586. El óvalo de Bernini forma así un nuevo tipo de “circo” donde los peregrinos que llegan a la plaza son los nuevos “mártires” (que en griego significa “testigos”). Están llamados a dar testimonio de la fe ya no ante la mirada de un público hostil, sino ante una “corte celestial” formada por 140 santos representados en la cornisa.
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Meditación:
Pedro era un hombre judío de Galilea. No era un hombre de alta cultura, sino un simple pescador que trabajaba con sus manos. Sin embargo, Dios lo llamó y lo hizo el primero entre los apóstoles. El hecho mismo de que la Basílica de San Pedro sea tan grandiosa, considerando la sencillez del apóstol, es muy elocuente. Nos muestra la paradoja del Dios Altísimo que nos llama y se abaja para encontrarse con los pequeños. Hoy, como llamó a Pedro, Dios viene a mí y desea hacer mi vida magnífica. A lo largo de esta peregrinación, Dios me invita a escuchar la llamada de Jesús que quiere quedarse en mi casa. Estoy invitado a escuchar a Dios que me llama por mi nombre. Si participo en esta peregrinación, es porque Dios quiere que esté aquí, no es una casualidad. Jesús me ha llamado a esta situación en este momento. Como llamó a Pedro, me invita ahora a seguirlo. ¡Me desea y quiere hacer de mí un signo para el mundo! ¡Somos testimonios!
2.- Basílica de San Pablo Extramuros
La primera Basílica dedicada a San Pablo fue construida por el emperador Constantino en el año 324, los mismos años en que se estaba construyendo la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Al igual que en el caso de San Pedro, esta Basílica se levanta sobre el lugar de sepultura del Mártir. Las dimensiones de la Basílica actual son ligeramente mayores que las de la anterior. Aproximadamente cincuenta años después, bajo el reinado de Teodosio, fue completamente reconstruida no sólo para acoger mejor a los peregrinos, sino sobre todo porque a finales del siglo IV el mundo intelectual y la fe cristiana empezaron a dialogar cada vez más y el apóstol Pablo se convirtió en símbolo de este diálogo. Esto no sólo porque Pablo de Tarso es conocido por haber abierto la Iglesia a los no judíos, sino también porque sus cartas expresan una riqueza intelectual con la que los paganos cultos podían encontrar más compatibilidad que con Simón Pedro, un humilde pescador. La Basílica de San Pablo, construida de manera muy similar a la de San Pedro, quiso subrayar la doble naturaleza apostólica de Roma: la del pescador Pedro y la del intelectual Pablo. Con el tiempo se fueron introduciendo cambios estructurales, siendo el más importante el de Gregorio I, que elevó el piso de la iglesia. En 1823 un incendio destruyó casi por completo la Basílica. Durante la reconstrucción posterior se tuvo en cuenta la necesidad de mantener tanto la estructura arquitectónica como el programa iconográfico.
La basílica está formada por una planta de cruz latina dividida en cinco naves a las que se accede a través de un pórtico de cuatro lados. El jardín que se encuentra en el interior del pórtico es una especie de transición entre el exterior y el interior, y vuelve a introducir a quien entra en él una imagen de “mundo ordenado”, un retorno a los orígenes, un “paradeisos” (que en griego significa “jardín”). En el centro del jardín hay una enorme estatua del Apóstol con su atributo iconográfico: la espada. El arco de triunfo recuerda el instrumento de su martirio (según la tradición, san Pablo fue decapitado en el lugar donde hoy se encuentra la cercana “Abadía de las Tres Fuentes”). Además, la espada recuerda también la expresión con la que la Carta a los Hebreos (en la antigüedad atribuida a san Pablo) compara la Palabra a una “espada de dos filos” (Heb 4,12).
Es posible acceder a un nivel inferior respecto al suelo de la Basílica: se trata de un piso antiguo, anterior a Gregorio I. Delante, encontramos el sarcófago de Pablo, en el que, casi con toda seguridad, se encuentran sus restos. Han sido identificados por una convergencia de factores, entre ellos la presencia de restos de hilos de oro, idénticos a los encontrados en los restos de san Pedro en la necrópolis vaticana. Esta coincidencia se debe a la época en que las reliquias de los dos Apóstoles fueron reunidas y guardadas en un precioso lienzo en la “Memoria Apostolorum” de la Basílica de San Sebastián en la Vía Apia, antes de ser separadas y llevadas de vuelta a su lugar original de martirio como “piedra fundacional” de sus respectivas Basílicas.
APUNTE IGNACIANO:
Una vez aprobada la Compañía de Jesús, por la bula papal, se hizo elección del primer superior general de la orden. Todos los compañeros querían que Ignacio fuese el elegido, pero a él le costó mucho aceptar el cargo. Una vez aceptó la carga que caía sobre sus hombros, todos juntos convinieron en que el viernes siguiente, 22 de abril de 1541, recorrerían «las siete estaciones de las siete iglesias de Roma», y que, en una de ellas, es a saber, en San Pablo, harían su profesión emitiendo los votos que se especificaban en la bula. ¿Por qué en San Pablo extramuros, y no en San Pedro, a quien Loyola tuvo tanta devoción desde joven? Sin duda, por evitar el ruido de la gente en aquella basílica no terminada de construir.
Dice el P. García Villoslada sj en su “San Ignacio de Loyola, nueva Biografía” que «En aquel largo recorrido que hicieron por casi toda Roma, visitando las siete iglesias, iban todos tan sonrientes y exultantes de júbilo, que parecían llenos del Espíritu Santo, cada cual a su manera. Al novicio Ribadeneira el que más le impresionó fue el provenzal Codure. Copiemos sus palabras «No quiero dejar de decir la extraordinaria y excesiva devoción que el Maestro Juan Coduri sintió aquel día, con tan vehemente y divina consolación, que en ninguna manera la podía reprimir dentro de sí, sino que a borbollones salía fuera… Iba delante de nosotros Juan Coduri en compañía de Laínez por aquellos campos; le oíamos henchir el cielo de suspiros y lágrimas; daba tales voces a Dios, que nos parecía que desfallecía y que había de reventar por la grande fuerza del afecto, que padecía, como quien daba muestras que presto había de ser libertado de esta cárcel del cuerpo mortal. Porque en este mismo año de 1541, en Roma, el que fue el primero que hizo la profesión después de nuestro B. P. Ignacio fue también el primero de los diez que pasó de esta vida, el 29 de agosto».
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Meditación:
Sabemos que San Pablo proclamó el Evangelio dondequiera que iba, con sus palabras y sus obras. Dio un gran testimonio a un mundo que no conocía a Cristo. Con la oportunidad de pedir su intercesión en esta basílica, oremos por la gracia de vivir siempre la fe con valentía dondequiera que estemos. Pablo, fue testigo del amor de Dios por todo el género humano. Con Pablo, nos sentimos peregrinos del Amor y deseamos dar testimonio de nuestra experiencia.
3.- Basílica de San Sebastián en las Catacumbas
Para conmemorar las reliquias de San Pedro y San Pablo, «columnas de la Iglesia», el primero de la de los judíos, el segundo de la de los gentiles, acudían peregrinos a esta iglesia. Dado que, en el verano del año 257, el emperador Valeriano había prohibido a los cristianos reunirse en sus lugares de culto, trasladaron las reliquias a las catacumbas de San Sebastián. La primera festividad de los dos santos juntos está fechada el 29 de junio del año 258.
En esta Basílica está enterrado San Sebastián, convertido a la fe cristiana en el año 288. Vivió y murió bajo el gobierno del emperador Diocleciano, cuya primera cohorte del ejército comandaba. El culto a Sebastiano se desarrolló en muchos países europeos, por lo que la cripta donde se conservaba su cuerpo fue destino de numerosas peregrinaciones. San Sebastián sufrió el martirio bajo las autoridades paganas que lo acribillaron con flechas, atado a un árbol.
La actual Basílica, de 1608, es la reestructuración de una Basílica de época constantiniana (siglo IV). Destacamos:
- El altar con la urna del cuerpo de San Sebastián.
- La Capilla de las Reliquias, con una de las flechas que alcanzaron al Santo y la columna a la que fue atado.
- El busto de Cristo Salvador, última obra de Gian Lorenzo Bernini (poco antes de 1680).
- La piedra original con las huellas que se cree que son de Cristo, relacionadas con el episodio del “Quo vadis”.
Vale la pena visitar la cercana iglesia del Quo vadis, en la carretera que lleva a San Giovanni en Laterano. La Iglesia del “Domine Quo Vadis” es una de las primeras iglesias situadas en la Vía Apia Antica, a unos 800 metros de la basílica de San Sebastián. La Iglesia tiene orígenes medievales, pero fue reconstruida en el año 1600. Toma su nombre de la tradición oral según la cual el apóstol Pedro, huyendo de la ciudad para evitar el martirio, se encuentra con Jesús, a quien le dirige las siguientes palabras: “Domine quo vadis” (Señor, ¿a dónde vas?). Y el Señor le responde: “Vengo a Roma para ser crucificado de nuevo”. Pedro, consciente de la reprimenda, se da la vuelta para afrontar su destino y Jesús desaparece, pero, al desaparecer, deja las huellas de sus pies en una piedra del camino empedrado. Como testimonio del encuentro, en el interior de la Iglesia hay una piedra con las huellas “de sus santos pies”, dejadas por Jesús precisamente en el lugar donde hoy se encuentra la Iglesia.
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Meditación:
Un mártir cristiano como Sebastián es testigo no de la muerte sino de la vida. Los mártires fueron capaces de sacrificar sus vidas porque estaban convencidos de la resurrección de Jesucristo. Sabían que Jesús era, y es también hoy, el camino, la verdad y la vida, y por eso imitaron el amor de Jesús por nosotros y entregaron sus vidas en testimonio como Él. Nosotros estamos llamados a hacer lo mismo, a entregar nuestras vidas, a abrir nuestro corazón a Jesús y a la vida que Jesús nos trae, dando testimonio hasta el final.
4.- Basílica de San Juan de Letrán
La Catedral del Obispo de Roma no es la Basílica de San Pedro en el Vaticano, sino San Juan de Letrán. Desde el siglo IV al XIV, aquí residían todos los Papas. Esta basílica, reconstruida en el siglo XVIII, toma su nombre de San Juan Bautista, San Juan Evangelista y del apellido de la familia que antaño era la propietaria del lugar. Esta iglesia, la primera construida en todo el mundo y considerada como la madre de todas las iglesias, es imagen de toda la Iglesia y a su vez es el “Cuerpo de Cristo”. Ya en el Evangelio de Juan, Jesús compara su cuerpo a un Templo (Jn 2,21). La Primera Carta de Pedro habla de los cristianos como “piedras vivas” de un edificio espiritual (1Pe 2,5). Además, la forma elegida para esta “primera catedral” es rica en significados teológicos. La elección de la basílica es la elección de un edificio civil y no religioso. Es ciertamente una voluntad de distanciarse de una religiosidad pagana manifestada en sus templos paganos, pero sobre todo es afirmar que el Dios de Jesucristo es el Dios que se encuentra en la cotidianidad de la “plaza” (es decir, en la parte cubierta del foro que es la basílica) porque es un Dios encarnado. Además, la basílica romana también era un antiguo lugar de justicia. Rezar en la basílica era, por tanto, entender la oración como un proceso legal. Esto corresponde exactamente a una teología de los Evangelios, y en particular al Evangelio de Juan, en el que el lector se ve implicado en el proceso de Jesús y donde se habla del fiscal (en hebreo “Satanás”) y del abogado defensor (en griego “Parakleitos”, nombre del Espíritu Santo). El lector del Evangelio, como quien entra en una basílica para rezar, se da cuenta de que en su corazón continúa el proceso histórico de Jesús, donde se le acusa de impostor. Como apunta San Ignacio, la vida espiritual consistirá en reconocer las dos voces y constituirse en “testigo” (en griego “mártir”) de Cristo dentro de este proceso en curso.
Hoy el interior de la basílica se presenta con su decoración barroca en gran parte gracias a Borromini. Las doce estatuas de los Apóstoles en los nichos de las pilastras fueron realizadas por varios artistas a principios del siglo XVIII. Exaltan el papel de los Apóstoles como “columnas” de la Iglesia. Si el Credo habla de una Iglesia “apostólica” es, ante todo, porque ninguno de nosotros ha visto jamás al Resucitado, pero la fe cristiana en el Resucitado, de hecho, es la fe en la fe del otro, que a su vez se ha fiado de otro, remontándose a los Apóstoles, únicos testigos oculares del Resucitado.
El mosaico de la bóveda hemisférica del ábside es fruto de varias reinterpretaciones, pero probablemente conserva los temas centrales de la primera versión. Se remonta al propio Constantino y quiere resaltar la gloriosa Cruz. La visión de la Cruz que el emperador tuvo con las palabras “In hoc signo vinces” (“Con este signo vencerás”) antes de la batalla del Puente Milvio (donde Constantino venció a su rival Majencio). Este signo ahora se agranda para que todo el pueblo pueda contemplarlo, pero ya no en aras de una victoria militar, sino más bien de una victoria interior. Los cuatro ríos y el ciervo forman parte del lenguaje iconográfico paleocristiano.
Fuera de la basílica, pero cerca de la entrada principal, se encuentra la iglesia de la Escalera Santa. Dentro, se encuentra la escalera por la que, según la tradición, subió Jesús antes de su juicio frente a Pilatos. La Escalera Santa habría sido transportada a Roma por la emperatriz Santa Elena, madre de Constantino, en el año 326 d.C. Los peregrinos suben por la escalera de rodillas. En un contexto cristiano, cualquier escalera simboliza la “escalera del Cielo”, es decir, la escalera del sueño de Jacob (Génesis, 28,12) reinterpretada en el Evangelio de Juan como la Cruz de Jesús y su Pasión (Juan, 1,51), un paso abierto para toda la humanidad entre la tierra y el cielo.
Detrás de la basílica de Letrán, se puede ver el Baptisterio, construido por Sixto III entre el 432 y el 440 d.C. sobre un antiguo Baptisterio de la época de Constantino. Aunque el interior ha sido modificado muchas veces, la estructura externa permanece del siglo V. El modelo arquitectónico se basa en el de un mausoleo pagano. Quien entra en el baptisterio puede experimentar lo que experimentaron las mujeres en la mañana de la Resurrección después de su Crucifixión, como si entraran en la tumba vacía. Quien entra en el baptisterio piensa que es un lugar de muerte, pero descubre que la bañera bautismal es como una tumba vacía, que ayuda a experimentar la Resurrección. Su forma octogonal subraya el símbolo comentado por los Padres de la Iglesia del “Octavo Día” (el día después del sábado) que es el día de la Resurrección. Las capillas adyacentes conservan los mosaicos de la época paleocristiana.
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Meditación:
Nos encontramos en la Iglesia de San Juan de Letrán, la Iglesia madre de Roma. Es importante porque en su interior hay una silla: la cátedra del Obispo de Roma, el Papa. La cátedra es el símbolo de la autoridad docente de un Obispo en su Diócesis. Es bueno dedicar un tiempo a meditar sobre la autoridad y el poder de la Iglesia, que se funda en la fuerza del amor y del servicio que el mismo Jesús nos invita a vivir en nuestras vidas. Aquí rezamos de manera especial por nuestro Papa y por todos los obispos de nuestras propias Diócesis. Que Dios les bendiga con su Espíritu, para que sean auténticos pastores dispuestos a morir por sus hermanas y hermanos en Cristo Jesús. Oremos para que Dios les dé la gracia de guiarnos a todos en la fe. Reflexionemos sobre la importancia de tener buenos guías. Con nuestra experiencia de peregrinos, aplicando la función de guías a nuestra vida cotidiana, cuando hacemos cosas, cuando estamos activos predicando o dando catecismo a otros, o simplemente hablando de nuestra fe, ¿nos imponemos con nuestras verdades y somos autoritarios, o sabemos retirarnos y dejamos que Jesús brille a través de lo que hacemos o decimos?
5.- Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén
Construida para conmemorar la Pasión y Muerte de Jesús, gracias a las reliquias que aquí se conservan: las más importantes son tres fragmentos de la cruz, un clavo, un fragmento del título que se colgó en la Cruz (INRI) y dos espinas de la corona. No se trata de una basílica sepulcral, sino de un lugar para celebrar los misterios de la fe: si en la basílica de San Juan de Letrán es la Resurrección y la Redención, en la basílica de la Santa Cruz es la Pasión y la Muerte.
Fundada por Constantino y su madre, Santa Elena, o sus descendientes inmediatos, en el solar donde antaño se alzaba un Palatium, propiedad del emperador, conocido como Sessoriano. Elena, en el año 325, había encontrado en el Gólgota los restos del madero de la cruz y otras reliquias, colocadas en una capilla en cuyo suelo se extendía una capa de tierra del Calvario, «manchada por la sangre del Señor». La Basílica, en su estructura original, pretendía seguir la basílica de Jerusalén.
Merecen atención:
- El pavimento cosmatesco (de una familia de marmolistas muy famosa, los Cosmati, del Lacio) y el techo renacentista.
- En el ábside, la banda inferior con la Leyenda de la Verdadera Cruz, narrada también por Piero della Francesca en Arezzo y por San Ambrosio en el siglo V. Encontradas las tres cruces de Jesús y de los ladrones, el problema era discernir cuál era la del Señor: Santa Elena hizo tender sobre cada cruz el cadáver de un joven y, en contacto con el de Jesús, el muerto volvió a la vida y dio gloria a Dios.
- La Capilla de las Reliquias.
- La Capilla de la Piedad (o Gregoriana), semisubterránea como la de Santa Elena, con un precioso relicario en forma de tríptico, que lleva, en el centro, una antigua Imago Pietatis.
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Meditación:
Hoy, a menudo podemos pensar en la fe como algo lejano o abstracto, pero esta Iglesia proclama la realidad concreta de nuestra fe. Esta Iglesia, fundada sobre tierra traída de Jerusalén, está dedicada al instrumento histórico de la pasión de nuestro Señor, la Santa Cruz. El amor desinteresado y sacrificado de Cristo por nosotros se manifestó de manera real, y su deseo de mostrar misericordia con nosotros y entrar en una amistad con nosotros es una realidad que se convierte en fundamento para toda nuestra vida. ¿Cómo hacemos que Cristo sea una realidad presente en nuestra vida diaria? Oramos pidiendo la gracia de comprender cuánto nos amó Dios a través de la cruz de su Hijo.
Meditamos también sobre el poder salvífico de sufrir nuestras cruces de cada día. Pedir la gracia de comprender nuestras vidas desde la perspectiva del sufrimiento. Dios no quiso el sufrimiento, pero lo soportó. No podemos explicarlo ni entenderlo teóricamente. Cuando miramos la cruz, vemos que Dios no ha abandonado a la humanidad sufriente. Dios está presente en el sufrimiento porque lo incluyó primero en sí mismo, en su propia vida en Jesús. También nosotros podemos soportar nuestro sufrimiento con Él y ofrecerlo con Él. Podemos descubrir que, con Él, incluso en el sufrimiento, nuestra vida es fecunda.
6.- Basílica de San Lorenzo Extramuros
Lugar que conmemora el martirio de San Lorenzo y la unidad que supo crear San Lorenzo entre la fe y la caridad. Víctima –el 10 de agosto del 258– de las persecuciones de Valeriano, fue uno de los 7 diáconos, encargado del cuidado de 1.500 pobres y viudas socorridas por la comunidad cristiana de Roma, así como de la administración de los bienes y de los cementerios. Algunos Papas de la época no fueron elegidos entre los presbíteros sino entre el grupo de los diáconos. Según la tradición, cuando Valeriano pidió a San Lorenzo que le entregara todos los bienes de la Iglesia, presentó a los pobres, enfermos y cojos al Emperador como tesoros de la Iglesia y posteriormente fue martirizado siendo quemado sobre una reja de hierro.
Hacia el año 330, Constantino mandó construir un pequeño oratorio sobre la tumba de Lorenzo, con una doble escalera para acoger a los peregrinos. Cerca de allí hizo construir una gran basílica cementerio sobre la que, alrededor del 580-90, el papa Pelagio II erigió una nueva basílica. Y Honorio III (1216-1227) añadió otra, que es aquella por la que se entra actualmente.
En la Basílica también está la memoria de otro diácono, el protomártir san Esteban (†34), del filósofo san Justino (†114), animado por la caridad intelectual, y de Alcide Degasperi (político, fundador del Partido Demócrata Cristiano y promotor de la Unión Europea, fallecido en †1954), para recordar la caridad que siempre ha de impregnar la acción política.
Merece atención:
- El nártex de los Vassalletto, marmolistas romanos activos en Roma entre los siglos XII y XIII, para algunos coincidentes con los Cosmati. Se conservan frescos del siglo XIII, que narran en paralelo las historias de San Lorenzo y San Esteban, y la tumba de Degasperi, obra de Giacomo Manzù.
- El pavimento cosmatesco, obra de los marmolistas Cosmati (siglos XII y XIII).
- El mosaico del arco triunfal (siglo VI), visible en el presbiterio hacia el interior: representa la Majestad de Cristo.
- La cripta con la tumba de los santos Lorenzo, Esteban y Justino.
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Meditación:
Esta es la basílica que encarna el espíritu de caridad y solidario. «A mí me lo hicisteis»: estas palabras son las que Jesús dice refiriéndose al juicio final. San Lorenzo tenía estas palabras grabadas en su corazón. Porque, cuando le pidieron que entregara los tesoros de la Iglesia al emperador, reunió a los pobres de Roma y se los presentó al emperador. Vio a Cristo en los pobres. Cristo es el único tesoro de la Iglesia. Nuestra oración en esta iglesia es poder ver a Jesús en el angustioso disfraz de cualquier tipo de pobre. «A mí me lo hicisteis». Pedimos la gracia de amar más sinceramente a los que nos rodean, en su riqueza y en su pobreza. Pedimos también la gracia, por intercesión de San Lorenzo, de amar a la Iglesia tal como es. Si a veces la Iglesia nos parece pobre, quizá sea así, en primer lugar, porque nosotros también somos parte de ella.
7.- Basílica de Santa María la Mayor
La Basílica de Santa María la Mayor es una de las primeras dedicadas a María en la cristiandad. Fue construida poco después del Concilio de Éfeso (431 d.C.) que declaró a María “Theotokos” (Madre de Dios) subrayando que Jesús es Dios desde su concepción y por lo tanto el cuerpo humano de Jesús ha sido una expresión de Dios. Una historia que se transmite cuenta que el 5 de agosto, la Virgen María se apareció al Papa Liberio en un sueño pidiendo que se construyera una iglesia en su honor y mencionando que una señal milagrosa indicaría exactamente dónde construir la iglesia. Se dice que ese 5 de agosto del año 358 ocurrió una nevada milagrosa solo aquí en la colina Equilino.
Muchos de los mosaicos conservados en la Basílica están datados en el año 432 d.C. En el lado derecho de la nave central tenemos la historia del Éxodo y en el lado izquierdo, la historia de los Patriarcas. Estas dos grandes narraciones visuales corresponden a la catequesis de los Padres de la Iglesia y comentan las promesas de Israel como un largo camino que lleva a la Encarnación. Y es precisamente la Encarnación la que se representa en el Arco del Triunfo, la entrada de Dios en forma de cuerpo humano, haciendo así que todo cuerpo humano sea “capaz de Dios”. Las escenas están tomadas en su mayoría de los evangelios apócrifos, como la Anunciación en la que María está tejiendo con un hilo rojo. El “Proto-Evangelio de Santiago” relata de hecho que María, en el momento de la Anunciación, estaba tejiendo el velo rojo del Templo de Jerusalén, el mismo velo que se rasgó durante la Crucifixión.
Los mosaicos del ábside fueron realizados por Jacopo Torriti (siglo XIII). En la parte inferior, entre las vidrieras, los mosaicos representan varios episodios de la vida de María. En la bóveda semiesférica del ábside, sobre un fondo estrellado, el mosaico representa la coronación de María como culminación de una vida donde todo su cuerpo se convirtió en instrumento de Dios. Con el “ábside mariano”, Santa María la Mayor interpreta la Eucaristía como continuación de la Encarnación, y el cuerpo de cada ser humano como el lugar donde Dios se manifiesta.
En una capilla lateral, bajando unas escaleras que conducen a un relicario decorado, se encuentran algunos trozos de madera de la cuna del Niño Jesús. San Ignacio celebró aquí, en ese altar, su primera misa como sacerdote. Por su devoción a la Natividad, quiso celebrarla en Belén, pero le fue imposible hacer el viaje a Tierra Santa en aquella época. Actualmente el retablo de piedra que estaba sobre el altar está desmontado en trozos y expuesto en una capilla lateral, cerca de la entrada principal, en el lado derecho de la salida.
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Meditación:
María guardaba en su corazón los muchos misterios de su vida con Jesús. Los muchos encuentros, los muchos acontecimientos que compartió con Jesús y que todavía no comprendía del todo, los conservaba en su corazón. Dios mismo habitaba en ella y caminaba a su lado. Vivía los acontecimientos más ordinarios y mundanos de su vida diaria con su pequeño Hijo, Jesús, a su lado. Lo vio convertir el agua en vino y vio agua y sangre brotar del corazón traspasado de su amado Hijo en la cruz. Hoy, en nuestra peregrinación, hemos encontrado a Jesús de diversas maneras. Que el ejemplo de María nos lleve a meditar en nuestro corazón estos encuentros y descubrimientos mientras volvemos a nuestra vida cotidiana normal en casa. No olvidemos que toda nuestra vida es una peregrinación hacia nuestra patria celestial.
Pedimos a María que, al final de esta peregrinación, nos ayude a conservar en nuestros corazones lo que hemos llegado a comprender a lo largo de esta experiencia. María, tómanos de la mano y, desde este momento, quédate con nosotros para siempre.
Bicicletas fácil: Se puede hacer todo el itinerario en bicicleta. Itinerario urbano. En la entrada de cada basílica habrá que dejar atada la bicicleta.
San Pablo Extramuros: Km 6
San Sebastiano: Km 10
San Juan Laterano: Km 13,5
Santa Cruz: Km 15,5
San Lorenzo Extramuros: Km 17,6
Santa María la Mayor: Km 19,9
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