roma ignaciana
3,4 km
Ser peregrino es abrazar la incertidumbre y encontrar la paz en el camino.
Acabamos este Camino Ignaciano extendido desde España con una referencia a ciertos lugares ignacianos en Roma, que merecen una visita por parte de los peregrinos ignacianos. Ofrecemos un itinerario corto, que rememora la llegada de San Ignacio y los primeros jesuitas a la ciudad de Roma, con la posibilidad de visitar algunos lugares.
Iniciamos el recorrido a pie en la Piazzale Flaminio (Plaza Flaminio), para contemplar desde fuera la Porta del Popolo, entrada a la Plaza del Pueblo, y puerta por la que entró San Ignacio y los primeros compañeros en 1537, viniendo de La Storta. Por esta puerta salió Francisco Javier sj el 13 de marzo de 1540 camino de Portugal e India. La puerta era parte de la muralla de Aurelio, renovada en el siglo XVI y XVII.
Cruzamos la puerta y la Plaza del Pueblo, para entrar en la calle Via del Corso, llena de tiendas y de gente. En 500 m giramos 90 grados a la izquierda, para seguir recto por la Via della Croce. En otros 400 m, y al final de la calle Via di S. Sebastianello, volvemos a girar a la izquierda para entrar en un callejón que nos lleva a una verja de entrada a la Casa Generaliza de la Congregación de la Resurrección, en la Via di S. Sebastianello 11. En esta casa vivió Ignacio. De aquí, volvemos sobre nuestros pasos hasta la Piazza di Spagna (Plaza de España) y nos acercamos a la Fontana della Barcaccia, frente a la escalinata barroca de Trinità dei Monti.
Seguimos por la Via dei Condotti 400 m hasta la Via del Leoncino, que tomamos a la izquierda. Seguimos recto por la Via di Campo Marzio y al llegar a la Plaza del Parlamento, giramos a la derecha por la calle Via dei Prefetti hasta la pequeña Piazza di Firenze. Giramos a la izquierda por la Via Metastasio y llegamos a la Piazza in Campo Marzio. Cruzamos y seguimos solo 30 m por la Via degli Uffici del Vicario, porque giramos a la derecha por una estrecha calle: Vicolo della Guardiola. La calle acaba pronto y giramos a la izquierda para seguir la calle Via del Collegio Capranica. Llegamos a la Piazza Capranica y en la esquina de la plaza opuesta a donde estamos, se puede ver el orfelinato que Ignacio fundó, junto a la entrada de la iglesia de Santa María en Aquiro.
Entramos en la estrecha calle Vicolo della Spada d’Orlando, junto al orfelinato. En 80 m giramos a la izquierda para seguir por la Via delle Paste. Acaba la calle y giramos a la izquierda en la Via del Seminario, que nos lleva a la Piazza S. Ignazio, donde encontramos la iglesia del mismo nombre. Salimos de la iglesia tomando a nuestra derecha, hasta la primera calle que encontramos y giramos a la derecha: Via del Collegio Romano. Llegamos a la Piazza del Collegio Romano, institución universitaria jesuita por excelencia.
Frente a la puerta principal del Colegio Romano empieza la calle Via della Gatta, que seguimos hasta la bulliciosa Via del Plebiscito, con el Museo Nazionale del Palazzo Venezia. En este palacio del s. XV, residencia de verano de los Papas, Ignacio tuvo varias audiencias y en 1540 Pablo III dio su aprobación oral para la fundación de la Compañía de Jesús. Seguimos la dirección del tráfico por 200 m y rodeamos la iglesia del Gesù, lugar en el que se encuentran los restos de San Ignacio y otras tumbas notables, como la del P. Arrupe y reliquias santas como la de San Francisco Javier.
Salimos y giramos a nuestra izquierda. En tan solo 50 m se encuentra la entrada a las habitaciones de San Ignacio.
De nuevo, recomendamos usar en esta etapa final el Google Maps u otra aplicación que lea los GPX que ofrecemos aquí en la web. Final de peregrinación… y, ¡feliz vuelta a casa!
Destacamos algunos de los lugares que se encuentran en el itinerario descrito.
Los primeros tres jesuitas, Ignacio, Laínez y Fabro, llegaron a Roma en noviembre de 1537. En abril siguiente se les unieron los demás compañeros. Se presentaron a Pablo III para recibir de él la «misión», dispuestos a viajar a cualquier parte del mundo, previa indicación suya. El Papa los mantuvo en Roma, y en septiembre de 1540 aprobó el nuevo Instituto, que tomó el nombre oficial de “Compañía de Jesús”. A partir de entonces, Roma pasó a ser la sede central de la Orden y San Ignacio, elegido general, no se movió más de la ciudad. Desde Roma, mientras redactaba las Constituciones, dirigió la increíble ampliación de la Compañía en todo el mundo. En Roma fundó las primeras grandes obras destinadas al servicio de la Iglesia Universal. En Roma predicó, dio ejercicios espirituales, formó a las primeras generaciones de jesuitas, ejerció la caridad y enseñó catecismo a los más pobres. Desde Roma envió más de seis mil cartas tanto a jesuitas y religiosos como a laicos. Al llegar se alojó en unas habitaciones pobres junto a la pequeña iglesia de Santa Maria della Strada, cambiando hasta cinco veces de casa, siempre alquilada, hasta la definitiva junto al Gesù, donde vivió los últimos 12 años de su vida. Fundó el Colegio Romano para la preparación de los jóvenes jesuitas para el servicio de la Iglesia y el Colegio Germánico, para proporcionar apóstoles para enviar a los países luteranos.
1.- Casa General de la Congregación de los Ressurreccionistas: Via di San Sebastianello, 11.
Propiedad de Quirino Garzoni, aquí estaba la que fue la primera casa de los compañeros en Roma. En ella vivió Ignacio, primero con Pedro Fabro y Diego Laínez (noviembre 1537 – abril 1538) y luego con todos los compañeros (de abril a junio de 1538). Son de la época de San Ignacio el piso inferior y la cueva que se encuentra situada en el patio de entrada, a la derecha, encima de la cual todavía se ve el escudo de los Garzoni: un águila negra sobre una rosa roja. Ignacio salía de aquí todos los días para dar los Ejercicios Espirituales al mismo tiempo a varios practicantes, tan separados unos de otros que uno vivía cerca de Santa Maria Maggiore y otro cerca de Ponte Sixto (6,5 km de trayecto). Mientras los primeros Padres vivieron aquí, los seguidores de Agustín Mainardi, un predicador agustino que más tarde abandonó su orden y fundó una iglesia protestante, desató una persecución contra ellos, acusándolos de ser luteranos disfrazados y de haber sido juzgados en España, París y Venecia por sus vidas inmorales y sus herejías. Los amigos de los jesuitas comenzaron a alejarse de ellos por miedo. Algunos candidatos también abandonaron su vocación, como el maestro parisino Lorenzo García, a pesar de que Ignacio mantuvo una larga conversación con él en la cueva mencionada anteriormente, en el jardín de entrada en la casa; más tarde reconocería su error. El cardenal de Cupis aconsejó a Quirino Garzoni que desalojara a los Padres de su casa, y Garzoni ordenó al jardinero que los vigilara, pero él respondió que eran hombres santos, que incluso si se les proporcionaba camas, siempre dormían en el suelo sobre esteras [al estilo de los estudiantes de París] y que cuando recibían comida, la distribuían entre los pobres. En 1609 el hijo de Quirino Garzoni vendió la casa y la finca al Colegio Romano, que fue el propietario hasta el siglo XVIII.
2.- Palazzo Firenze: Piazza di Firence, 27.
El cardenal Rodolfo Pío Carpi, gran protector de la naciente Compañía, vivía en esta casa, aunque su familia poseía también una casa en Campo Marzio. En esta casa Ignacio venía a encontrarse con el cardenal con frecuencia. El 24 de febrero de 1544 escribió en su diario: «Entonces, yendo por la calle, se me apareció Jesús, y oí gran emoción y lágrimas. Después de hablar con Cardenal Carpi, al regresar sentí de nuevo mucha devoción».
3.- Iglesia de Santa María en Aquiro y Orfanato: Piazza Capranica.
San Ignacio se encargó de que se estableciera cerca de esta iglesia un orfanato para niños y niñas pobres. La obra de los huérfanos (1539-1542), cuya entrada estaba en el edificio junto a la iglesia, con el título “Istituto de S. Maria in Aquiro”, se dedicó no solo a huérfanos, sino también a los mendigos sin techo de la ciudad. Años más tarde los niños continuaron residiendo aquí, mientras que las niñas fueron trasladadas al monasterio de los Quattro Santi Coronati. Como era habitual en la forma de hacer de San Ignacio, una congregación o asociación laical llevaba la administración y la dirección de la casa. La misma asociación se hizo cargo en junio 1542, para recoger a los mendigos de la ciudad y colocarlos en varios hospitales y guarderías. León XII (1823-1829) suprimió esta asociación y confió el trabajo de los niños huérfanos a los Padres Somascos.
4.- Iglesia de San Ignacio: Piazza de Sant’Ignazio.
En el terreno que hoy ocupa esta iglesia, se encontraba la casa del cardenal Gian Pietro Carafa, que el 23 de mayo 1553 fue elevado a la silla de San Pedro con el nombre de Pablo IV. El cardenal Carafa se mostró muy contrario a Ignacio y no dispuesto a ayudar en la fundación de la Compañía. Como informa el P. Gonzalo de Cámara, cuando Ignacio supo la noticia de su elección era como si todos los huesos de su cuerpo estuvieran desarticulados. Pero, sin decir nada, entró en la capilla a rezar, y poco después salió luciendo tan tranquilo y alegre, como si la elección del nuevo Papa hubiese transcurrido según sus deseos. Pablo IV, sin embargo, no modificó las Constituciones de la Sociedad en los años de vida que le restaban a San Ignacio.
La Iglesia de San Ignacio fue construida en 1626 como iglesia para los estudiantes del adyacente “Collegio Romano”, la institución jesuita de educación superior en Roma. El arquitecto fue el matemático jesuita Orazio Grassi. Gran parte de la decoración interior fue realizada por el hermano jesuita Andrea Pozzo a partir de 1685. La pintura de la bóveda central representa a través de una “ilusión óptica” un cielo abierto con una arquitectura que da la impresión de que el cielo y la tierra están unificados. Es la definición de la oración que Pozzo da a través de una imagen.
En el centro geométrico de la nave, reconocemos a Cristo cargando la Cruz. De ella sale un rayo de luz que llega hasta el pecho de san Ignacio y a través de él se divide en cuatro rayos que llegan a los cuatro continentes que se encuentran en los cuatro ángulos de la Iglesia. Es una alegoría de la misión de la Compañía de Jesús, que difunde la luz de Cristo a los cuatro puntos cardinales del mundo. Las numerosas llamas representadas en el fresco hacen referencia al fuego del espíritu que desciende a la tierra en un nuevo Pentecostés. Aluden también al nombre de san Ignacio (del latín “Ignis”). No es casualidad que a ambos lados de la bóveda se lea el versículo de Lucas 12, 49: “He venido a prender fuego al mundo, y quisiera que ya estuviera ardiendo”. Hasta la fecha, los jesuitas se refieren a su misión como “un fuego que enciende otros fuegos”.
Junto a la bóveda, Pozzo diseña la famosa falsa cúpula pintada sobre un lienzo bidimensional que engaña al espectador. El altar está formado por cuatro pechinas en las que se representan personajes débiles del Antiguo Testamento, de modo que su fragilidad se convierte en instrumento de Dios que salva a su pueblo, como David contra Goliat, Sansón o Judit.
Los altares laterales del crucero están dedicados a la devoción de los santos jesuitas que estudiaron en el Colegio Romano. A la izquierda está enterrado Juan Berchmans, conocido por su capacidad de encontrar al Señor en las situaciones ordinarias de su vida. Encarna la gracia final de los Ejercicios espirituales: “buscar y encontrar a Dios en todas las cosas”. El altar de la derecha está dedicado a san Luis Gonzaga, un joven jesuita en formación que durante sus años de teología asistió a los apestados y contrajo él mismo la enfermedad que lo llevó a la muerte.
En el ábside se observa la alegoría de la muerte de Ignacio, en presencia de todos los pobres de la ciudad de Roma a los que Ignacio había asistido. A los pobres los llamaba “los mejores amigos del Rey eterno”. Son ellos, y no otras grandes obras, los que llevan a Ignacio al cielo. El fondo arquitectónico de esta imagen del ábside recuerda el famoso fresco de la “escuela de Atenas” que Rafael Sanzio había pintado casi dos siglos antes en las “Estancias del Vaticano”. Pero en la iglesia de san Ignacio, en lugar de los filósofos que Rafael coloca en las escaleras y en los arcos monumentales, vemos a los pobres de Roma. La imagen parece sugerir que ellos son los verdaderos “filósofos”. Fueron los verdaderos “maestros” de Ignacio.
5.- Iglesia de Santa Marta: Plaza del Colegio Romano, 3.
Aquí estaba la casa fundada por Ignacio para exprostitutas penitentes (1543-44). Una congregación o asociación de laicos se ocupaba de la administración y confiaban la casa a una mujer capacitada y experimentada para dirigirlo. El padre Ignacio se reservaba sólo la dirección espiritual. En 1545 Isabel Roser, benefactora de Ignacio en Barcelona, se hizo cargo de la gestión de la casa. Isabel, después de conseguir una autorización especial pontificia, en diciembre del mismo año hizo su profesión solemne de votos religiosos como jesuita mujer en manos del propio Padre Ignacio; un año después, sin embargo, consideró necesario obtener una dispensa del Papa de sus votos y la terminación de la relación de Roser con la Compañía de Jesús. El P. Ribadeneira describe al P. Ignacio diciendo que iba a esta casa en Santa Marta seguido por algunas de aquellas mujeres que había redimido del vicio: «Le señalaron [a Ignacio] que algunas de esas mujeres, ya empedernidas y habituadas a toda clase de vicios, fácilmente volvían a la vida anterior, por lo que no había que gastar tanto compromiso en convertirlas, el Padre respondió: “Nada en absoluto. Si con todo mi esfuerzo y cuidado pudiera persuadir a una de ellas, por sólo una noche, para que se abstuviese de pecar por amor de nuestro Señor Jesucristo, no omitiría ningún esfuerzo porque, al menos por esta vez, no ofendería a Dios, incluso si supiera que después volvería a sus viejos hábitos.» En 1552 el Padre Polanco calculó que ya existían más de 300 mujeres que habían abandonado la prostitución.
6.- Palacio Venecia: Plaza Venecia.
Lugar de descanso para los papas desde el siglo XV. En este edificio se proclama la aprobación de la Compañía de Jesús en 1540 y también aquí se promulga el breve papal que aprueba los Ejercicios Espirituales para toda la iglesia católica. Cruzar el arco de la puerta de entrada, para tener audiencia con el Papa, sería algo repetido en los años romanos de San Ignacio.
7.- La Iglesia del Gesù: Plaza del Gesù.
Es la Iglesia Madre de los Jesuitas, construida en 1568, es decir, 12 años después de la muerte de san Ignacio. El fundador había insistido en que la orden no tomara su nombre (“Ignacianos”) sino que se llamara Jesús: una sociedad de Jesús. Por eso la iglesia está dedicada al nombre de Jesús. El nombre está representado en muchas partes de la iglesia con el monograma de Cristo, “IHS”. IHS significa “Iesous Hominum Salvator” (Jesús Salvador del Hombre). IHS también denota los tres primeros caracteres del nombre de Jesús en griego.
Al insistir en el “nombre de Jesús”, los jesuitas se remiten a una tradición de los primeros cristianos. Para ellos, el nombre de Jesús es ya una oración y su repetición frecuente se convertiría en los cristianos de Oriente en “una oración del nombre” conocida también como “oración de esichasmo” (paz del corazón). En la Baja Edad Media fue san Bernardo de Siena quien popularizó la oración con el uso del acróstico IHS. Los jesuitas querían presentar esta oración como una relación directa con Dios, al que se puede llamar “por su nombre” y con el que se puede conversar “como un amigo habla con un amigo”, según la frase de san Ignacio escrita en los Ejercicios Espirituales.
El IHS está presente en la fachada de la Iglesia y se repite en el centro del fresco de la bóveda, pintado por el artista genovés Baciccia alrededor de 1672. El fresco propone una ilusión de cielo abierto donde el IHS coincide con la forma de la Hostia Eucarística como fuente de luz para todos. En otras palabras, la intimidad de Dios que permite ser llamado por su primer nombre se puede experimentar particularmente en la Eucaristía. Esta intimidad elimina toda distancia que separa el cielo de la tierra. De hecho, más allá de la cornisa de los cielos abiertos, están representados siete vicios que dividen el cielo de la tierra y que son expulsados por la luz emitida por el nombre eucarístico de Jesús.
En la cúpula, Baciccia representa a los santos del paraíso, uno de ellos, en el lado izquierdo, es reconocible san Ignacio presentado a Cristo por san Pedro. A la derecha está san Francisco Javier presentado a Cristo por san Pablo. Los mosaicos paleocristianos ya habían representado a Pedro y Pablo como intercesores de los santos en el paraíso, pero en este caso, la iconografía de san Ignacio, como general de la Compañía de Jesús, se asimila a la de san Pedro, el primer Papa. San Francisco Javier, en cambio, el apóstol de las tierras lejanas, se compara con el apóstol del pueblo gentil. En la cúpula, los dos santos jesuitas concluyen un itinerario vertical que partía de sus respectivos altares hacia los lados del crucero. El altar de san Ignacio conserva el cuerpo del fundador, mientras que el altar de san Francisco conserva su brazo con el que el santo bautizó a miles de personas en la India y en Extremo Oriente.
Otros frescos de Baciccia que merecen ser observados son los del Arco del Presbiterio, en el que el nombre de Jesús se compara a una “música para escuchar”, y el del Ábside, en el que los 24 Ancianos del Apocalipsis presentan al Cordero inmolado las oraciones de los fieles en forma de incienso. También son dignas de ser observadas las pechinas, en particular las dos que miran al espectador que entra en la iglesia y que representan respectivamente a los guerreros de Israel a la izquierda y a los profetas a la derecha. Es otra manera de decir que estamos en presencia de “Moisés y los profetas” o de “Moisés y Elías”, y, por tanto, estamos en el Monte de la Transfiguración.
El conjunto de la iglesia transmite una sensación de armonía y acogida debido a las líneas arquitectónicas que respetan la sección áurea y también porque los jesuitas impusieron al arquitecto una sola nave (llamada iglesia “ad aula”) para facilitar la predicación.
8.- Las habitaciones de San Ignacio: Plaza del Gesù, 45.
Este es el lugar donde san Ignacio pasó los últimos años de su vida (1544-1556). Desde aquí envió unas 7000 cartas, la mayoría a jesuitas de todo el mundo. Él, que había viajado mucho por las calles de Europa y que durante años firmó sus cartas como “el pobre peregrino Ignacio”, continuó su peregrinación interior en este lugar buscando por todos los medios hacer la voluntad de Dios. Las cartas escritas en este lugar imploran siempre a Dios para obtener “el don del reconocimiento de su voluntad y la fuerza para vivirla”. En estas habitaciones Ignacio también escribió las Constituciones de la Compañía de Jesús.
Ignacio dormía y trabajaba en la habitación más pequeña. Desde la ventana de esta habitación o desde otra ventana cercana al balcón de la habitación anexa, Ignacio rezaba con abundantes lágrimas contemplando el cielo estrellado. En la habitación más amplia celebraba la misa y recibía visitas, como la de su amigo el P. Fabro que llegó enfermo de una misión papal del norte de Europa el 17 de julio de 1546, y murió unos días más tarde, el 1 de agosto. En esta habitación más amplia habían puesto una cama para Ignacio, de tal forma que el enfermero pudiese atenderlo mejor si necesitaba algo en su última enfermedad, la que acabó con su vida aquel julio del 1556. Aquí “nació al cielo” repitiendo el nombre de Jesús, según dijo el hermano jesuita Cannizzaro. Su habitación se transformó en una capilla con un pequeño balcón.
En 1682, el hermano jesuita Andrea Pozzo decoró el corredor exterior de las habitaciones de San Ignacio. Se le considera el maestro de las “ilusiones ópticas”, técnica que utilizó ampliamente para decorar este lugar. Estos trucos obligan al espectador a encontrar el punto preciso donde puede observar los frescos en plena armonía. Se nota que, para observar el mundo desde la perspectiva correcta, es necesario situarse en la “flor” representada en el suelo, entre los dos “ojos estilizados”. Esta flor simboliza a Cristo, el único “punto de vista” y la única Verdad. Si estamos fuera de ese punto, vemos todo el dibujo distorsionado. Solo desde Jesús se puede contemplar el mundo tal y como es.
La visita a las habitaciones de San Ignacio (Camarette di Sant’Ignazio) se hace por las tardes:
Horario de verano (abril – octubre):
– Lunes a sábado: de 16:00 a 18:00.
– Domingos y festivos: de 10:00 a 12:00 y de 16:00 a 18:00.
Horario de invierno (noviembre – marzo):
– Lunes a sábado: de 15:30 a 17:30.
– Domingos y festivos: de 10:00 a 12:00 y de 15:30 a 17:30.
Entrada gratuita. Tel: +39 06 697001. [email protected]
Nos acercamos con reverencia a estos lugares ignacianos, las iglesias, y en especial a las habitaciones en las que vivió y murió San Ignacio. Deseamos sentir las presencias de tantos hombres y mujeres que, con gran devoción, han visitado este lugar y oramos con Ignacio diciendo:
Recibe, Señor, toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste,
a Ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo,
dispón de ello
según tu voluntad.
Dame tu amor y gracia,
que ésta me basta.
Amén.
Esta oración es una hermosa expresión de entrega total a Dios, reflejando el profundo espíritu de devoción y confianza en la providencia divina que caracterizaba a San Ignacio.
Acabamos con una oración de San Claudio La Colombière sj (1641-1682), misionero, escritor y confesor de Santa Margarita María de Alacoque. Señor, sé el centro de nuestros corazones:
Oh, Dios, ¿qué harás para conquistar
la temible dureza de nuestros corazones?
Señor, debes darnos corazones nuevos,
corazones tiernos, corazones sensibles,
para reemplazar los corazones de mármol y de bronce.
Debes darnos tu propio Corazón, Jesús.
Ven, adorable Corazón de Jesús.
Coloca tu Corazón en lo más profundo de nuestros corazones
y enciende en cada corazón una llama de amor
tan fuerte, tan grande, como la suma de todas las razones que tengo para amarte, mi Dios.
Oh santo Corazón de Jesús,
habita oculto en mi corazón,
para que pueda vivir solo en ti y solo para ti,
para que, al final, pueda vivir contigo eternamente en el cielo. Amén.
Coloquio final: Ignacio nos invita a profundizar en la amistad con Jesús. Como un amigo habla con otro, comenta con Jesús las dudas, miedos y dificultades que sientes en tu interior al acabar esta peregrinación ignaciana. También se agradecido y muestra tu alegría por todo lo que ahora ves y comprendes. Acabar despidiéndose con un Padrenuestro.
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