Peregrinando por la España Ignaciana
Conseguir un corazón de peregrino:
Ignacio es un loco de Dios, un hombre de fe, un luchador, no un hombre del aparato o del poder. Un “alumbrado”, un “encendido” como le llamarían. Y con esa fe renovada, purificada, Ignacio se convirtió en el portador del mensaje y de un método que será la punta de lanza católica de la respuesta a la reforma protestante. Ignacio de Loyola tendrá la capacidad personal de nunca declararse como tal, sino todo lo contrario. Esta humildad hará que el Papa acepte su doctrina con buena fortuna.
A mediados de febrero de 1523, zarpó de Barcelona. Primero fue a Roma para recibir la bendición del Papa. Al llegar a Roma, sin embargo, se siente cautivado por la ciudad santa donde encuentra lo que busca. De allí a Venecia y Jerusalén, pero en Tierra Santa no quieren saber nada de él, ciertamente un iluminado. De vuelta en España, la decisión está tomada: quiere comunicar su experiencia mística, encontrar hombres dispuestos a vivir pobres como él para predicar el Evangelio. Para ello se decide a estudiar.
Ignacio se queda dos años en Barcelona y después se matriculó en la Universidad de Alcalá. Allí conoció a tres jóvenes a los que encendió con su proyecto. El pequeño grupo llama la atención, primeramente por la ropa que llevan: los estudiantes de la “túnica gris” preocupan a la Inquisición. Son arrestados y acusados de herejía por la predicación de los Ejercicios Espirituales.
Colección personal de técnicas y experiencias para el fortalecimiento de la fe, los “ejercicios” fueron escritos por Ignacio durante la mayor parte de su vida. Escrito, reescrito, revisado, basado en sus propias experiencias, es un libro extraño, también desde una perspectiva contemporánea. Ignacio da fórmulas, reglas, recetas organizadas en “días” para llegar lo más cerca posible a Dios. Y delante de los principios de autoridad de los antiguos maestros, Ignacio de Loyola pone la experiencia personal, única, la sensación y las mociones. Dios no existe sólo porque los Padres de la Iglesia y toda la cohorte de los santos dan fe, dice Ignacio. Existe porque yo puedo sentirlo, verlo, tocarlo, sentir su dolor. En la comprensión de Ignacio se da la fuerza de la evocación, el poder de la emoción. Esto probablemente explica el amor por el “teatro” en las composiciones de lugar en sus contemplaciones. El hecho es digno de mención: los jesuitas fueron los primeros en enseñar este arte del teatro en sus escuelas, mientras que el director Ignacio fue perseguido por la Inquisición en los años anteriores.
Prohibidos en Alcalá, los “trajes grises” se visten como los demás estudiantes. Iñigo se traslada a Salamanca. Otra vez es detenido, sospechoso de herejía y enviado a prisión (veintidós días). Nuevamente le prohíben hablar de teología en público, antes que obtenga las calificaciones requeridas. Decidido: Ignacio estudiará la teología, si es necesario, pero aquí acabará su peregrinación en España.
El siguiente paso será París, la ciudad gran universidad de la Europa cristiana. Lejos de España, seguirá siempre peregrinando, e incluso cuando ya estará establecido de forma permanente en Roma, su corazón siempre será el de un peregrino.
Si el peregrino desea saber algo más de Barcelona y de Ignacio en Barcelona.
Si el peregrino se interesa por Alcalá.
Si se interesa por Salamanca.
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