Alfaro Tudela
25,6 Kms
Desde sus empinadas montañas hasta los llanos cercanos al río Ebro, la Comunidad Foral de Navarra posee parajes de los más bellos en la Península Ibérica. En la tradición ignaciana Navarra goza, además, de una relevancia especial como cuna de la familia de san Francisco Javier, compañero de Ignacio de Loyola, gran peregrino como él mismo.
Los vascones que habitaron la Navarra de los primeros siglos d.C. fueron siempre independientes y diligentes en defender sus derechos e intereses. Con la descomposición del Imperio Romano, las tribus vasconas se defendieron con éxito de las incursiones militares visigodas, las cuales intentaban consolidar su influencia política en el norte peninsular. Posteriormente serían los francos los que amenazaron su independencia desde la vertiente norte de los Pirineos. La batalla de Roncesvalles contra Carlomagno en el año 778 supuso el freno a las pretensiones de la poderosa monarquía franca en esta parte del Pirineo. El siguiente episodio lo protagonizaron los musulmanes, que ocuparon la cuenca del Ebro en el 714. Sin embargo, salvo en la Ribera navarra, la presencia musulmana no consiguió arraigar política o socialmente. Pronto surgió un núcleo cristiano de oposición a la presencia musulmana, liderado por los Íñigos, la primera dinastía navarra.
La historia sigue hasta 1521 en cuyo año encontramos a Ignacio de Loyola defendiendo la ciudad de Pamplona, donde cayó herido ante el ejército invasor francés y sus aliados navarros. Aparece aquí el Ignacio orgulloso, leal y luchador que, poco después, puso su vida al servicio de otro Señor mucho más grande que el Rey de Castilla.
Si un hombre quiere reformar el mundo, ya sea por razón de la autoridad de su posición o el deber de su cargo, debe siempre comenzar por sí mismo.
Nos ponemos en marcha a partir del Albergue de peregrinos, tomando la calle de las Pozas hacia la Plaza de España y de allí hacia la Plaza Chica y por la calle Araciel y Castejón, salimos por la Puerta de Castejón, siguiendo la Avenida de Navarra. Nos encontramos con la estatua de los dos peregrinos: el joven ignaciano y el viejo jacobeo.
Nos alejamos de Alfaro por la carretera LR-288, que nos conduce directamente al siguiente pueblo, Castejón, ya en la Comunidad Autónoma de Navarra. La vía del tren nos acompaña, siempre a nuestra izquierda. Atravesamos la rotonda de la N-113 y entramos en Castejón, todo recto por la calle de San José.
Atravesamos Castejón casi en línea recta, primero por San José y luego por la calle de Sarasate. Siguiendo todo recto, llegamos al final del pueblo y en ángulo recto a nuestra izquierda vemos una subida hacia el puente para cruzar las vías del tren. Subimos por el puente pero no lo llegamos a cruzar, sino que descendemos por la carretera a la derecha que nos lleva paralelos a las vías del tren.
Seguimos junto a la vía, que tendremos siempre en paralelo a nuestra izquierda. Un kilómetro más adelante, pasamos por debajo de la autopista AP-15. Nuestro camino no tiene pérdida posible si nos mantenemos al lado de la vía del tren. A 5’5 km del puente de la autopista, nuestra carretera pasa por encima de la vía del tren y aquí hemos de decidir si se toma la variante del Camino Ignaciano más corta (2 km menos, pero por el asfalto) o la más pintoresca (camino agrícola cerca del río Ebro). La opción de la carretera es clara y sin pérdida: seguir todo recto hasta llegar a Tudela. La opción que nos aproxima al Ebro y que pasa por el lugar conocido como Sotos de Ebro, nos hace transitar por caminos de carro, que hay que atender para no perderlos.
Sin duda el camino de tierra nos lleva a las mejores vistas sobre el río Ebro que vamos a encontrar en nuestro Camino Ignaciano. El camino de carro que hemos de seguir a nuestra izquierda, se encuentra fácilmente después de haber pasado el puente sobre la vía: aparece haciendo una pronunciada curva a nuestra izquierda y enviándonos en dirección contraria a la que llevábamos con la carretera. Así nos separamos de ella, y el camino de tierra nos lleva haciendo un amplio giro hacia la derecha y nos acerca al río Ebro. Lo seguimos en su curso descendente, dejándolo a nuestra izquierda. El camino presenta bifurcaciones y caminos alternativos, que llevan a los campos que aprovechan las aguas del Ebro. Seguimos siempre buscando la proximidad del río y guardando la línea paralela con él. Pasamos por detrás de unas casas que quedan a nuestra derecha. En el cruce siguiente seguimos recto de frente. Llegamos a unos corrales abandonados que dejamos a nuestra izquierda. Seguimos de frente. En la siguiente bifurcación tomamos a nuestra izquierda. Vemos la ciudad de Tudela a lo lejos. Llegamos a unas naves industriales y a la carretera que habíamos dejado unos kilómetros antes.
Una vez en la carretera, la seguimos hacia nuestra izquierda, nos encontramos acompañados por la vía del tren a nuestra derecha y el río Ebro a nuestra izquierda. A nuestra izquierda vemos una pequeña presa en el río. A 300 m de ese punto, podemos tomar a nuestra izquierda un camino de tierra que transita paralelo a la carretera y así nos ahorramos asfalto y coches. Este camino nos conduce directamente a la entrada de Tudela, acompañando a la carretera.
Entramos en Tudela y allí está esperándonos la iglesia románica de Santa Magdalena. Por la calle del Portal nos acercamos a la Catedral, al Ayuntamiento y a la oficina de turismo. El Albergue de peregrinos se encuentra a un 1,2 km hacia las afueras de la ciudad, siguiendo la avenida de Zaragoza y la calle de la Caridad.
ALFARO
Taxis Javier Gil . Tel: 626 310 612
Taxis La Esperanza . Tel: 678 617 029
CASTEJÓN
Taxi . Tel: 636 471 672
TUDELA
Albergue juvenil . Como mínimo, hay que llamar y reservar 1 día antes. C/ Camino Caritat, 17. Tel.: 664 636 175. [email protected]
Ayuntamiento . Tel.: 948 417 100
Hostal Remigio . Gaztambide 4 (junto a la Plaza de los Fueros. Hacen descuento a peregrinos). Tel.: 948 820 850.
Hotel AC Ciudad de Tudela*** . Calle de la Misericordia. Tel.: 948 402 440.
Hotel Ñ Tudela Momentos de Navarra*** . Mañeru, s/n. Tel.: 948 413 413.
Hotel Santamaría*** . San Marcial, 14. Tel.: 948 821 200.
Hotel Tudela Bardenas*** . Avenida de Zaragoza, 60. Tel.: 948 410 778 / 948 410 802.
CASTEJÓN: Nudo ferroviario importante, la villa posee un museo dedicado al ferrocarril. Así mismo la moderna Iglesia de San Francisco Javier (1944) nos recuerda que estamos ya en Navarra, Reino en el que el santo jesuita ha dejado una huella profunda que se expresa en múltiples iglesias navarras. Hay restaurantes, farmacias, centro de salud, supermercados y bancos. Ayuntamiento. Tel.: 948 844 002.
TUDELA: Capital de la Ribera de Navarra, fue fundada en el año 802 por los musulmanes y es una de las ciudades de origen musulmán más importantes de la Península. Digna de visitar, la Catedral (1168), de estilo románico de transición al gótico, fue construida en el lugar de la mezquita principal y ha sido recientemente restaurada. Pasando por detrás encontraremos la famosa Puerta del Juicio. En la Plaza de los Fueros (1687), el Ayuntamiento del siglo XVI. Un paseo hacia el Ebro nos llevará al puente, que tiene sus orígenes en el siglo IX. Muchos edificios monumentales e históricos están al alcance del peregrino, como la iglesia de santa Maria Magdalena (s. XII) cerca del Ebro. Pasar por la oficina de turismo será de gran utilidad (Plaza de los Fueros Tel.: 948 848 058). Hay taller de bicicletas, restaurantes, farmacias, centro de salud, supermercados, bancos y oficina de turismo.
Anotaciones: Recordemos que el objetivo de estas meditaciones de segunda semana es el de ver a Jesús más claramente, amarle más profundamente y seguirle con más cercanía. No olvidemos la “oración preparatoria”, que es el fruto final de toda la experiencia.
Petición: Rogaré al Padre por tres cosas que necesito y sólo Él puede conceder: un conocimiento más íntimo de Jesús, que se ha convertido en uno de nosotros; una experiencia más personal de su amor por mí para que le ame más tiernamente; y una más estrecha unión con Jesús en su misión de llevar la salvación a la humanidad.
Reflexiones: En algún momento alrededor de sus treinta años, Jesús dejó su trabajo y el hogar a fin de comenzar su ministerio público. Tratemos de imaginar qué pensamientos podrían ser los suyos en ese momento de su vida.
La vida pública de Jesús empezó con un viaje, en una especie de peregrinación. Salió de su casa en Nazaret y peregrinó hasta el río Jordán, donde fue bautizado por Juan el Bautista. El ministerio de Juan había consistido en llamar a los pecadores al arrepentimiento. Juan era conocido y respetado: sin duda Jesús conocía su mensaje, como un profeta de Dios enviado al pueblo judío. Jesús sabía lo que estaba haciendo. Ponderemos lo que significa que el mensaje de Jesús, el hombre sin pecado, decida comenzar su ministerio colocándose en la fila en solidaridad con los pecadores. El simbolismo de esta acción recogida en los primeros versos de los Evangelios, nos evoca ricas imágenes de una peregrinación interior hacia una nueva forma de vida. El ministerio de Juan el Bautista se presentó con unas palabras de Isaías: “¡Preparen el camino del Señor! ¡Enderecen sus sendas!”. Juan llama a los pecadores al arrepentimiento y a la “conversión”, palabra con raíces que sugieren un “giro”: Juan nos invita a girarnos hacia una nueva dirección y seguir un nuevo camino en la vida. En algún momento, Jesús hace una elección consciente y deliberada para comenzar su ministerio, para cambiar su vida mundana en Nazaret: imaginemos lo que podría haber estado pasando por su mente, lo que él veía a su alrededor para que sintiese que ese era el momento adecuado. Consideremos también cómo elige iniciar su ministerio, no con un discurso o con un milagro, sino con una peregrinación para ser bautizado por Juan. Y consideremos también la experiencia de Jesús en el Jordán, su descubrimiento, su comprensión de la misión a la que el Padre le invita a realizar en plenitud.
Podemos pedir al Padre que nos coloque con Jesús, su Hijo, en la fila de Juan el Bautista. Imaginemos que somos uno de sus compañeros y que estamos justo detrás de Él, porque quiere que le conozcamos mejor, amarlo más y ser más fieles en su servicio y para la humanidad. Tratemos de contemplar la escena del evangelio. ¿Qué nos dice Juan?
Textos:
Romanos 6:3-4. Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminaremos en la vida nueva.
Lucas 3:1-22. “Entonces, ¿qué vamos a hacer?” En el momento de su bautismo por Juan, la voz de Dios confirma su filiación y su misión.
Mateo 3:13-17. Jesús, después de haber meditado en su corazón el misterio de la Paternidad de Dios y la misión que Él le encomienda, decide abandonar Nazaret. Contemplemos la escena. Tratamos de estar presentes junto a Él y ver cómo llega a esa decisión, la comparte con su madre, se despide y deja todo lo que le ha configurado como ser humano adulto y responsable. Caminamos con él hacia el río Jordán y nos quedamos en la orilla del río, contemplando su bautismo. ¿Qué es lo que oímos? ¿Qué debemos comprender?
Coloquio final: Hacer un resumen de lo meditado en el rato de oración, hablando con Jesús como un amigo lo hace con otro. Sincerarse con él sobre los puntos hallados en este rato de camino hecho. Acabar con el Padre Nuestro.
Valiente y esforzado caballero, Ignacio no se plantea límites: si algún santo se había destacado por una penitencia o un servicio a nuestro Señor, él lo había de igualar y superar. Tenemos aquí una experiencia interior de aquel a quien mucho se le ha perdonado, mucho está dispuesto a dar. La intensidad del esfuerzo corresponde con la conciencia interior de haber sido realmente salvado por la misericordia divina.
«Y en este camino le acaeció una cosa, que será bueno escribirse, para que se entienda cómo nuestro Señor se había con esta ánima, que aún estaba ciega, aunque con grandes deseos de servirle en todo lo que conociese, y así determinaba de hacer grandes penitencias, no teniendo ya tanto ojo a satisfacer por sus pecados, sino agradar y aplacer a Dios. Y así, cuando se acordaba de hacer alguna penitencia que hicieron los Santos, proponía de hacer la misma y aún más. Y en estos pensamientos tenía toda su consolación, no mirando a cosa ninguna interior, ni sabiendo qué cosa era humildad, ni caridad, ni paciencia, ni discreción para reglar ni medir estas virtudes, sino toda su intención era hacer de estas obras grandes exteriores, porque así las habían hecho los Santos para gloria de Dios, sin mirar otra ninguna más particular circunstancia. Tenía tanto aborrecimiento a los pecados pasados, y el deseo tan vivo de hacer cosas grandes por amor de Dios, que, sin hacer juicio que sus pecados eran perdonados, todavía en las penitencias que emprendía a hacer no se acordaba mucho de ellos.»
Como dice J.M. Rambla, sj. en su libro “El peregrino”, el “MÁS” es una nota clave de la sinfonía ignaciana. El amor siempre nos lleva a un dinamismo de exceso y sin medida. El amor no se conforma con el frío equilibrio de lo que es justo y correcto. El amor siempre busca “más”, entregarse “más”, ser “más”, crecer “más”. El conocido lema ignaciano “Ad Majorem Dei Gloriam” expresa bien este dinamismo creciente propio del amor comprometido. A pesar de ello, Ignacio reconoce aquí que en aquel momento de su vida también le faltaba la discreción “para reglar y medir las virtudes” que experimentaba con todo su deseo. Esa discreción que San Pablo identifica como una virtud que en toda circunstancia de la vida nos permite “encontrar la voluntad de Dios, es decir, aquello que es bueno y agradable a Dios y perfecto” (Romanos 12,2). A fuerza de observación personal y conocimiento de la presencia de Dios, Ignacio irá aprendiendo a vivir desde la discreción, y así lo transmitirá a sus compañeros jesuitas. La “mayor gloria de Dios” se realizará con buenas dosis de “amor a Dios” y de acción decidida “al servicio de Dios.” Ignacio firmaría lo que san Irineo dijo mucho antes: “¡La gloria de Dios es que el hombre viva!” y en ello Ignacio empeñaría su vida.
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